lunes, 20 de febrero de 2012

¡Gracias!


No es habitual que los políticos hagan ningún comentario de apoyo a la medicina privada, ni los de un grupo parlamentario, ni los del otro. Más bien estamos acostumbrados a que no digan nunca nada. Por eso esta imagen es como un mensaje SinPalabras que le agradezco a la señora de la Vega.
Los que dedicamos nuestra vida a trabajar en este ámbito, sabemos que hacemos las cosas bien, ponemos todo nuestro empeño en complacer a los pacientes, en resolver lo mejor posible sus problemas. Por eso, su nueva imagen, puede ser las mejor campaña publicitaria de lo que somos capaces de resolver en éste área. Sin embargo, no todo es tan fácil para todos los que frecuentan la medicina privada en España.
¿Qué tipo de medicina privada tenemos? ¡Qué poco se habla de ella!. La mayoría de los que la utilizan, sin embargo, son funcionarios. Es una medicina que se realiza a través de unos intermediarios que son las compañías aseguradoras. Y nunca se habla de las dificultades que puede existir en éste área para poder mejorar su atención. Y es una medicina que necesitaría que alguien se preocupara de acercarse a ella. Hay muchos problemas que se hacen crónicos porque nadie se encarga de resolverlos.
Y es que el gran problema de la medicina privada es que parece que es Tabú hablar de ella. Y aunque el resultado sea tan evidente, se evita aceptar que se ha recurrido a ella y hay dificultad para confirmar que es una opción con una gran capacidad de resolución de problemas.
Por eso es por lo que agradezco a la exvicepresidenta del Gobierno Socialista este respaldo a nuestro trabajo y la emplazo a poder seguir hablando de las ventajas que tiene el poder recurrir a la medicina privada. ¿No le importaría que tuviéramos una conversación para poderle contar las posibles soluciones para poder mejorar la asistencia de los funcionarios que recurren a ella?
Nos vemos, María Teresa.

viernes, 3 de febrero de 2012

Y no somos felices, ni comemos perdices.


Todos los cuentos deberían de tener un final feliz. Los cuentos no son historias, puesto que no son reales. Los cuentos no son relatos, suelen durar más y tienen sitio para la fantasía. Los cuentos son una mezcla de lágrimas y sonrisas, pero nunca deja un regusto amargo en la boca. Los buenos siempre ganan, los malos siempre pierden y, además, son castigados.
La semana pasada murió Caroline Lovell, defensora de los partos en casa. Sin duda, una buena persona. Alguien que creía en lo que hacía. Alguien que supo poner el acento en lo deshumanizada que estaba la atención a la embarazada en los grandes hospitales. Alguién que cogió el mundo y se lo puso por sombrero y gritó a los cuatro vientos que estaba dispuesta a que se tuviera más en cuenta las solicitudes de las embarazadas en el momento de preparar la llegada de su hijo al mundo.
Ella vio que el enemigo se vestía de hielo y que se dedicaba a atender con frialdad a todas las futuras madres que confiaban en su acúmulo de ciencia, y cometía estas tropelías confinado entre las paredes de los hospitales.
Por eso quiso matar al monstruo quitándole a sus presas de sus manos.
Era una idea que solo puede brotar de un corazón grande, de alguien que poner el amor por encima de otras sinrazones.
De esta forma, ella y otras como ella, han influido muy positivamente en la atención de las parturientas en todos los rincones del mundo. De esta forma, la tendencia que se ha seguido, gracias a ella y a personas como ella, es a humanizar el parto. A no entenderlo como una enfermedad, a no considerar a la embarazada como una paciente.
Y ese ha sido un gran logro.
Pero quizá, en un momento de su vida, tendría que haberse dado cuenta de que había muchas Carolinas Lovell dentro de los hospitales que habían entendido lo fundamental de su mensaje. Pero quizá, tendría que haber abierto las puertas a la negociación y permitir, con su ejemplo, que las pacientes supieran que también se podía hacer una atención humanizada en los hospitales. Una atención respetuosa que cuenta con las preferencias de las embarazadas. Que respeta sus decisiones.
Gracias a personas como Lovell el mundo ha cambiado.
El día 23 de enero falleció en su casa mientras estaba dando a luz.
Yo nunca he estado de acuerdo con el parto en casa. Ahora tampoco. Pero sí de recoger las sugerencias y las críticas que hay detrás de estas meditaciones sobre la atención al parto.
Quizá, el desgraciado final que ha tenido su vida, sea la última lección sobre la que haya que reflexionar con calma.
Quizá hoy el monstruo viva en las casas.
Hay cuentos que se merecen un final feliz. Pero la vida se impone a los cuentos.
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