jueves, 22 de marzo de 2012

Todos los pinchazos duelen


Por eso yo procuro dar pinchacitos.
Y no hay nada peor que decirle a un paciente que algo no le va a doler y luego hacerle daño.
-"Un picotacillo de nada. Esto no duele".
Y el paciente se rebota en su camilla.
-"Si esto no duele, dígame usted a mí lo que usted entiende por dolor. Y avíseme antes de que me vaya a hacer algo que según usted me vaya a doler de verdad, por favor. No quiero desmayarme."
Tuve yo un maestro de la anestesia que procuraba llamarte la atención sobre las cosas que no vienen en los libros. Si quieres saber las dosis de remifentanilo la encuentras en cualquier manual. Si quieres saber la duración del efecto de los bloqueantes neuromusculares, lo encuentras en cualquier prospecto del medicamento.
Pero si lo que quieres saber es como hacer tu trabajo con honradez y honestidad, tienes que pensar de vez en cuando en la opinión del paciente.
Y el concepto más claro que me puso este maestro delante, es que los anestesistas no le duermen los pacientes a los cirujanos.
Parece una tontería.
No lo es.
Es verdad que los anestesistas dormimos a los pacientes para que lo operen, pero no se lo dormimos a nadie.
Lo dormimos.
Así de fácil.
Y ¿dónde está el concepto tan clarividente entonces?
En que yo no trato de quitarle el dolor que le va a provocar el cirujano, las molestias de la cirugía. Tengo que quitarle todos los dolores. Todos. Incluidos los míos.
Y es que el paciente empieza a tener dolores cuando iniciamos nuestras técnicas con él.
El anestesista tiene que quitarle al paciente el dolor que le provoca el cirujano y también el dolor que le provoca el propio anestesista.
Es decir que lo primero que yo hago es dormirme a mi paciente para mí mismo. Procurar que no le duela lo que yo le hago.
Poner anestesia local para coger una vía venosa.
Poner anestesia local para realizar una punción lumbar.
Poner anestesia local para iniciar un bloqueo.
Sedar al paciente para que empiece a estar ajeno a todo lo que hacemos.
Es bueno avisar al paciente con la verdad cuando le vas a hacer daño:
-"Esto molesta un poco"
o
-"Esto molesta bastante, pero lo voy a hacer con mucho mimo".
Mejor que las mentirijillas piadosas que al final hace que el paciente pierda la confianza en ti.
Hay veces que el anestesista agrede más al paciente con sus técnicas, que el cirujano con su operación. Afortunadamente es cuando el paciente está dormido. Es decir, que hay veces que el anestesista duerme al paciente para sus cosas y el cirujano, aprovechando, lo opera. Por ejemplo, intubar al paciente es una de las agresiones que provoca una respuesta más intensa en el organismo de los pacientes. Nuestro cuerpo acepta mejor que cortemos la piel, que nos pinchen, que, por ejemplo, nos metan algo en la traquea.
Es por eso que digo que, algunas veces, me duermo al paciente a mí mismo para poder intubarlo y el cirujano, aprovechando la duración del efecto de esta anestesia, utiliza ese tiempo para operarlo.
Me duermo el paciente para mí, y de camino lo operan.
Por eso tengo presente siempre las enseñanzas de mis maestros.
Todos los pinchazos duelen. Hasta el de coger una vía venosa.
Por eso yo doy pinchacitos.
-"No me ha dolido nada, absolutamente nada"
Son las palabras más dulces que nos puede decir un paciente.


P.D.:Dedicado a NuriaSinAmo. Desde su mismo lado de la trinchera.

lunes, 19 de marzo de 2012

Frases famosas: No entiendo lo de los tres centímetros


Si te asomas a la ventana y ves el sol en lo alto: ¿qué temperatura hace en la calle?
Si tu hija te dice que su novio calza un 42 de zapatos: ¿en cuanto tiempo acabará la carrera de arquitectura?
Deduzco. No deduzco. ¿Tendrá algo que ver una cosa con otra?
Y ahora dígame usted ¿le han intentado callar alguna vez diciéndole que no le pueden poner la epidural porque no ha alcanzado los tres centímetros de dilatación? Pues no tiene nada que ver una cosa con la otra.
Una buena matrona sabe cuando una paciente se está poniendo de parto. Y sabe también decirle cuando se está iniciando el parto. No es lo mismo. No es igual.
Una paciente puede ponerse de parto cuando se inician las contracciones y empiezan a ser regulares y continuas.
Y decimos que el parto se está iniciando cuando las contracciones empiezan a ser efectivas. Es decir, cuando empiezan a provocar modificaciones en el cuello de útero. Cuando el parto ya no se para. Cuando no hay vuelta atrás.
Y este es el momento en que se puede poner la epidural.
La epidural es para el parto. Si el parto ha empezado, ya no hay motivo para retrasar el comienzo de los beneficios que suponen el no padecer los dolores del parto.
A los anestesistas no nos gusta quitar el dolor (lo he dicho y repetido ya muchas veces). A los anestesistas nos gusta que no haya dolor. Yo no pongo la anestesia cuando el cirujano empieza a abrir el abdomen para operar a un paciente que padece una apendicitis. Yo lo duermo, lo anestesio, antes. Antes de que lo abran. A mí no me gusta quitar el dolor. Me gusta que no haya dolor.
Y en el parto es igual. No me gusta quitar el dolor. Me gusta que no se presente.
Y además tengo que utilizar dosis más bajas si empiezo pronto. Y las dosis totales son más bajas.
Por eso no entiendo lo de los tres centímetros.
Hay partos en que no se produce la dilatación hasta que pasan un número de horas. Son horas para estar tranquilas. No para agotarse.
La epidural no retrasa el comienzo del parto.
Créame, es verdad.
La epidural no aumenta el número de cesáreas.
Créame, es verdad.
Y si se empieza desde el primer momento es todavía más verdad.
Que no le mientan con los tres centímetros.

La foto forma parte de la experiencia de la mamá de Alicia en su parto, recogida en su blog.

martes, 13 de marzo de 2012

La vena del torpe


O lo que es lo mismo, la vena del incompetente, la vena del incapaz, la vena del inepto, la vena del insuficiente, la vena del negado, la vena del ignorante, la vena del inútil, la vena del ineficaz, la vena del negligente, la vena del nulo, la vena del flojo, la vena del vago.
Son todos sinónimos, significan lo mismo.

-Me molesta mucho el suero.
-Lo siento, señora, es que le han cogido la vena del torpe.

-Desde que me han cogido la vena en el codo no puedo dormir..
-Lo siento, señora, es que le han cogido la vena del incapaz.

-No puedo darle bien el pecho a mi niña con la vía en la flexura.
-Lo siento, señora, es que le han cogido la vena del inútil.

-No puedo comer bien con esta maldita vena.
-Lo siento, señora, es que le han cogido la vena del vago.

-Le han atado el brazo al abuelo para que el suero entre bien.
-Lo siento, señora, es que le han cogido la vena del flojo.

Y no es que el abuelo sea un flojo, no es que usted sea un vago, no es que su niño sean un inútil, no es que su esposa sea torpe, no es que su marido sea un nulo. Todo eso y más es el enfermero (o el médico) que le ha buscado la vena en semejante sitio.

No hay ningún libro de enfermería, ni de medicina, en el que se recomiende que se canalice la vena del codo. Ninguno. Todo lo contrario. Se recomienda siempre que se haga en zona de "no flexura". Se recomienda siempre que todos los procedimientos que se realicen al paciente le afecte lo menos posible a su vida diaria. Y este es el que más le afecta, sobre todo a los pacientes quirúrgicos.

¿Se imaginan lo difícil que puede ser lavarse los dientes con una vía venosa implantada en el codo? Y lo doloroso también. Así que la excusa de que en el codo duele menos es sencillamente mentira. Una mentira interesada. Una mentira egoísta. Cuando un sanitario intenta convencer a un paciente de que es mejor canalizar la vía venosa en el codo, en realidad está pensando sólo en él. Un pensamiento egoísta. Siento decirlo, pero es una asignatura pendiente que tienen los enfermeros en la mayoría de los hospitales españoles.

No es lo mismo sacar sangre para una analítica, que es un acto puntual, donde no se deja nada en el codo, que se pincha y se saca la aguja en el mismo proceso, que colocar un suero en el codo. No es lo mismo. Por eso voy a invitaros a que rellenen un documento y lo lleven encima cuando entren en un hospital y haya previsión de que le canalicen una vía. Estamos inventando el auténtico Consentimiento Informado, estamos inventando el "Yo consiento si Usted me respeta".

Y hágalo con tranquilidad, no se corte, si el enfermero o el médico se empeña en no hacerle caso, usted le dice:
-"Si usted no sabe, no se preocupe, que venga alguien que sepa".

lunes, 5 de marzo de 2012

Lágrimas


Hoy he vuelto a llorar otra vez.
Lágrimas espontáneas que brotaron inesperadamente de mis ojos.
Hoy ha vuelto a conmoverme una historia sencilla, una sonrisa, un perro lleno de humanidad, una esperanza.
Esta noche pondré mi cabeza sobre la almohada y procuraré tener sueños en blanco y negro. Bajaré el volumen de la melodía que acompaña mis ensoñaciones e impondré el Sueño Mudo.
Esta semana quiero recuperar parte de mi pasado. Quiero pasearme por la playa o quizá por los Alcornocales y quiero que solo haya música acompañándome. Quise decir acompañándonos.
Porque estos momentos se disfrutan mejor en compañía.
¿Alguien se apunta?

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P.D.: Dedicado a "prestamos rapidos" que me emocionó con un comentario hacia mi blog.

sábado, 3 de marzo de 2012

Los superpoderes de Pablo


Si no quiere aburrirse nunca, ponga un Pablo en su vida.
Las anécdotas escolares más increíbles tienen a un Pablo detrás. Los sucesos más ingeniosos se ocultan detrás de un Pablo. Los cariños más intensos, lo suscitan los Pablos.
Los Pablos no pasan desapercibidos. Incluso los que son buenos, que los hay. Puedo decir que hay Pablos que no son inquietos, Pablos que duermen, Pablos que son capaces de estar quietos durante más de 10 minutos, incluso concentrados en hacer algo que no se pueda llamar travesura. Yo no los conozco. Pero sé que existen.
El lunes pasado era mi tarde libre. No sabéis lo frágiles y etéreas que son las tardes libres. Duran lo que puede durar el suspiro de un enamorado. Y se esfuman. ¡Pluf! y ya no están.
-"Miguel Ángel tengo un problema que no he podido resolver en la consulta".
Me llama el Dr Olóriz, familiar del que descubrió que cada uno tenemos una huella digital distinta. Y me cuenta la historia.
Y yo os la voy a resumir.
Pablo quiere ser superhéroe y se ha estado entrenando desde que nació.
Durante ese tiempo ha estado formándose de una forma muy intensa, con tareas que tienen como objetivo desarrollar las cualidades que le ayuden a poder salvar el mundo.
Esta es la tarea fundamental de los Súper Héroes cuando nacen, salvar el mundo.
Para eso ha ido acumulando experiencias que le pueden comparar con los Trabajos de Hércules.
De pequeño se introdujo una zanahoria en la nariz. Fue el primer capítulo de su curriculum. Se me ha olvidado decir que Pablo tiene 3 años en la actualidad. Más bien 3 añitos. Pero muy bien aprovechados.
Pues eso, que ya cuando era chico apuntaba maneras.
El tema de la zanahoria lo pudo resolver la madre. Fue un incidente que no precisó una asistencia extraordinaria, se quedó en el ámbito familiar.
Pero Pablo necesita expandir sus actuaciones para que la sociedad tuviera conocimiento de que estaba naciendo un ente especial.
Se tragó catorce globos. Catorce globos pequeños. En una fiesta de cumpleaños. Sabía lo que hacía. Su madre no podría interferir con sus proyecciones de futuro. Los padres del niño festejado, lo llevaron a Urgencias y cuentan que veían a Pablo sereno y desarrollando un papel que les tenía confundidos y asombrados. Empezaron a darse cuenta de que dentro de Pablo podría haber algo especial.
Después de esta hazaña, Pablo se sumergió en un letargo que ha durado unos cuantos meses. Hasta el lunes.
La madre nos dice que estaba un poco extrañada de que Pablo hubiera pasado una época tan tranquila. Aunque habían existido unas cuantas anécdotas sin importancia, no puede decirse que su Pablo era el niño merecedor de ese nombre. Parecía que se estaba convirtiendo en un Pablo bueno.
Hasta el lunes.
Cuando volvió del colegio se encerró en su habitación. Mientras la madre preparaba la comida, dice que escuchó unos ruidos en el dormitorio de los niños. Nada especial. Una silla que se caía. Golpes en la pared. Carreras. Algún que otro grito. Nada que le hiciera perder la compostura.
La sorpresa vino cuando tuvo la comida preparada y Pablo no contestaba a sus requerimientos para sentarse a la mesa. Al abrir la puerta Pablo estaba en la cama, en actitud reposada con un dedo metido en la nariz.
Toda la habitación estaba revuelta.
Parecía que la final de la Copa del Rey se hubiera jugado en su dormitorio.
Pero eso no le extrañaba a la madre, sino que lo extraño era la actitud de Pablo.
-¿Qué ha pasado Pablo?
-Ya ha terminado todo- decía Pablo mirando al vacío con un dedo hurgando en su nariz.
-¿Qué ha terminado Pablo?
-El hombre de rojo, lo tengo prisionero.
Hay niños que tienen amigos invisibles. Pablo nunca lo había expresado. Por eso la madre se puso más nerviosa. Sabía que no podía perder de vista a su fierecilla.
-Venga Pablo, vamos a comer. Ya me contarás.
El niño se levantó y le dio la mano a la madre para acompañarlo a la cocina.
No se quitó el dedo de la nariz hasta que cogió la cuchara.
En ese momento, una gota de sangre se desprendió lentamente por su labio superior.
-¿Qué te pasa Pablo?
-Nada, mamá.
-Tu nariz…
Inmaculada cogió a su hijo y se dirigió a la consulta del otorrino. Por el camino, Pablo le terminó de explicar.
-El hombre de rojo, mamá, Spiderman. Lo tengo en la nariz.
Tuvo que ser una lucha feroz. Pablo redujo a Spiderman, en una lucha desigual, convirtiéndolo con sus superpoderes en una pegatina de plástico. Lo dobló con tranquilidad y se lo metió en la nariz. Allí lo tenía enclaustrado.
El problema, me contó el cirujano, era que el terror que había despertado en el hombre araña, le había hecho soltar un montón de telarañas que lo protegían en la cavidad nasal y que no podía acceder con sus pinzas a la fortaleza que se había creado. Con el fotóforo pudo ver la cara de pánico que tenía el hombre enmascarado y pensaba que si no le suministraba anestesia, no podría sacarlo de su refugio.
Tuve que hacerlo.
Cuando le puse la mascarilla en la cara a Pablo era con la determinación de poder dormir a Spiderman y poderlo sujetar y sacarlo de su cueva.
También se me quedó dormido Pablo. Un Pablo colaborador, un Pablo íntegro, un Pablo que supo estar a su altura dejando que le ayudáramos a negociar con el superhéroe y devolverlo a la legalidad y a la justicia.
Tengo que decir que se resistió. Nunca he dormido a hombres arañas. No viene en mis libros. Pero gracias a la destreza de Don Javier, pudimos sujetar al encapuchado y liberarlo de sus propias estructuras.
Tenemos a Spiderman. Desmoralizado. Deprimido. Y esperamos que se restablezca. Nunca había tenido un oponente como Pablo. Es su primera derrota.
Pablo está bien. Pero su madre no se fía.
Quiere cambiarle el nombre.
El niño la mira y se sonríe.
Sonrisa de superhéroe.
Tendrán más noticias de Pablo.
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