sábado, 24 de octubre de 2009

Epidural postparto


El último domingo de octubre cambian la hora. Todos los años, cuando llegan estas fechas me acuerdo de un parto que tuve que atender en una madrugada de cambio horario. Sobre las 2:10 de la madrugada sonó el teléfono avisándome la matrona del hospital que había llegado una secundigesta con 5 cm de diltación. Desde mi casa al Hospital se suele tardar 15 minutos. Esa noche creo que tardé 8. Fuí avisando por el camino para que prepararan a la paciente y que estuviera ya en paritorio cuando yo llegara. Preparé una intradural con bloqueo motor mínimo administrando 3,5 mg de bupivacaína hiperbara en 2 ml de suero fisiológico, que va muy bien en estas condiciones porque va a facilitar una analgesia eficaz de comienzo inmediato y la paciente sigue colaborando, pues no pierde fuerza en sus pujos y suele persistir durante al menos 90 minutos. El bloqueo estaba establecido a las 2:40 La evolución fue tan rápida que nos quedamos en paritorio y mientras una cosa y otra, el niño nació unos 30 minutos después. Haciendo cuentas: la intradural se puso aproximadamente a las 2:25 y el niño, con el cambio de hora, nació a las 2:10. Por eso, en una historia clínica, alguien podrá encontrar en un futuro aquella vez que un anestesista le puso a su paciente la anestesia 15 minutos después de nacer el niño.

jueves, 22 de octubre de 2009

La mejor definición de dolor


Dolor es aquello que tiene un paciente cuando dice que le duele, que empieza cuando él dice y que acaba cuando él dice.
¿No os parece una definición simple?, y hermosa. La he leido en un libro llamado "Dolor" escrito por una enfermera.

sábado, 17 de octubre de 2009

Anestesista minero


Posiblemente dentro de dos años cierren el hospital dónde desarrollo la mayor parte de mi labor profesional y la verdad es que lo echaré mucho de menos. El hospital se fue haciendo poco a poco sobre una Casa de Época, que se fue adecuando a la atención médica. Constaba de habitaciones, paritorios y quirófanos y muchos granadinos recuerdan la belleza de sus jardines. El solar se fue vendiendo poco a poco y sólo quedó la casa, que quedó insuficiente y limitada. Es por eso que se procedió hace unos años a ampliar la zona quirúrgica en una nueva planta que se alzó sobre las anteriores. Nació así, sin querer, unas de las zonas quirúrgicas más agradables que conozco para ejercer la anestesia. Todos los días entra el sol en los quirófanos. El pasillo de sucio da a unos ventanales que resultan primordiales para recordar que el mundo sigue existiendo. Los pacientes pasan a una Reanimación desde la que se ven las ramas de los árboles, las colinas de los alrededores de Granada y, a los más afortunados, les puede iluminar un rayo de sol que los calienta de la frialdad del quirófano.

Posiblemente dentro de dos años tenga que trabajar en quirófanos dónde nunca dé el sol. Donde los pacientes se despierten en salas que se parecen cada vez más al purgatorio y donde no saben si realmente han despertado de la anestesia o se encuentran en la antesala del más allá.
Posiblemente dentro de dos años, todos los días, tenga que ponerme el casco de minero para bajar a la mina que diseñan los arquitectos sanitarios para continuar día a día con mi trabajo.
Posiblemente dentro de dos años, añore, día a día, el rayo de sol que se cuela por los ventanales de la reanimación y que se posa sobre los hombros de los pacientes más graves.

martes, 13 de octubre de 2009

Una pregunta equivocada


Les digo a los pacientes que la canalización venosa es como el cinturón de seguridad, lo tienes puesto sin darte cuenta. Los anestesista somos los médicos que nos entretenemos en mirar las venas de nuestros amigos, de las personas que nos son presentadas, del viajero que está sentado a nuestro lado en el autobús... y todo sin darnos cuenta. Se nos van los ojos detrás.
Cuando un paciente entra en quirófano siempre hay que canalizarle una vía y como a mí me gusta, la mayoría de las veces lo hago yo. Aprovecho para crear un contacto con el paciente y me aseguro de colocarla en el sitio adecuado: que no moleste durante la intervención, que no sea en zona de flexura para que el paciente pueda dormir bien por las noches...
Pero cuando no hay preferencia definida por la mano que va a ser elegida porque la intervención no va a colocar a los cirujanos en los lados del enfermo, me gusta preguntar al paciente sobre su preferencia. Son muchas las preguntas que se pueden hacer: ¿es usted zurdo o diestro?, ¿con qué mano se maneja mejor?... Seguro que ustedes tendrán muchas más preguntas que se puedan hacer. Sin embargo yo no elegí la más adecuada.

En mi trabajo diario atiendo a muchos funcionarios: maestros, jueces... sí, pero también policias, guardias civiles, militares..., y de pronto una pregunta aparentemente inocente cobró un sentido totalmente nuevo.
Yo estaba preparando la cánula intravenosa, el algodón, el Betadine y se me ocurrió preguntar: ¿usted con que mano se defiende mejor?.
La respuesta: Yo disparo mejor con la mano izquierda.
Lo entendí perfectamente. Yo no sé si su subconsciente me estaba avisando.
Por si acaso, le cogí la vía en la mano izquierda.

viernes, 9 de octubre de 2009

La posición "VALLEJO"


Les quiero presentar a una persona que ha estado compartiendo conmigo muchos momentos intensos durante la preparación de pacientes para la cirugía. No todas las espaldas son iguales y cuando se intenta ofrecer a los pacientes el beneficio de la anestesia epidural, hay que lidiar con columnas que están ya bastante desgastadas por el tiempo. Agustín Vallejo es un celador joven, al que siempre tienes a mano para resolver cualquier problema.
Yo soy un poco cabezota y soy de los médicos anestesistas que piensa que si uno ha valorado suficientemente a un paciente y le ha ofrecido una técnica que es la que cree que es más conveniente para desarrollar la cirugía, tiene derecho a intentarla hasta conseguirlo, sin las límitaciones de las premuras del tiempo a las que a veces se nos quiere someter a los de nuestra especialidad, es decir, me gusta que, algunas veces, me den las mismas oportunidades que me darían si yo fuera un cirujano.

Uno de los días en que me encontraba luchando con una espalda y daba la sensación en quirófano de que estaba perdiendo el combate por puntos, Agustín, que sostenía en ese momento al paciente, me sugirió: "Doctor, ¿y si volcamos un poco la mesa para que se le abra un poco más la espalda?". Mi mente se puso a cavilar a la velocidad de un Ferrari y lo empecé a ver con cierta claridad: "un paciente al que se le gira la mesa, hará un movimiento reflejo para no caerse que intentará situar el centro de gravedad un poco más adelante y abrirá así las vértebras donde yo quiero colocar el catéter. Sólo hay que cuidar que el paciente no se eche mucho hacia delante y mantenga la columna lumbar vertical". Yo no sé si el número de intentos rondaba el de las mejores tardes de Platanito, pero, nada más colocarlo en la nueva posición, el catéter entró al primer intento.
Yo no sabía como agredecer la idea a Agustín, pero desde aquella tarde cada vez que viene una paciente con una espalda difícil todos los de quirófano decimos "esta espalda va a necesitar un Vallejo".

miércoles, 7 de octubre de 2009

La sonrisa del anestesista



Quien me conoce sabe que pocas veces llevo la mascarilla en quirófano antes de empezar la intervención. Creo que el paciente precisa encontrar una cara descubierta en el maremagnum que supone el día de su cirugía. Creo que el anestesista tiene que ser la cara amiga a la que se cuelgue el paciente en la sala inhóspita que es, a veces, el quirófano. El anestesista es el especialista que hace posible la cirugía, es decir, el que da seguridad a la intervención y esa seguridad hay que transmitirla. Está de moda poner gorros superfashion para alegrar el trabajo, pero para mí lo superfashion de verdad es una sonrisa.

Tantas veces lo repito, que ayer, una enfermera de quirófano me trajo una frase que encontró en un sobrecito de los de azúcar que ponen en algunas cafeterías para hacerte pensar un poco al comienzo del día: "Una sonrisa significa mucho. Enriquece a quien la recibe; sin empobrecer a quien la ofrece. Dura un segundo; pero su recuerdo, a veces, nunca se borra.", me dió el sobrecito y me dijo: "desde que lo leí me dije esto es Miguel Ángel puro, por eso te la traje". Gracias Estela por el regalo, me da cierto rubor, pero es verdad que transmite bastante lo que pienso que debe ser nuestro trabajo.
El anestesista hoy en día tiene muchos motivos para sonreir: tenemos una especialidad totalmente seductora, con unos principios bastante asentados, que nos da una tranquilidad suficiente para poder desarrollarla de una forma gratificante. Los problemas son también bastante habituales, pero no tienen que transcender al paciente en el área quirúrgica, por eso pienso que la sonrisa tiene que ser nuestro distintivo. El anestesista puede sonreir hoy en día y la sonrisa se debe de basar en una buena preparación que le permita ofrecer un trabajo bien hecho.

También hay que valorar que un anestesista que sonríe, es un anestesista que da la cara.
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