jueves, 24 de enero de 2013

A modo de disculpas


Desde pequeño me he escudado en que las cosas de Palacio (mi apellido) van despacio.
No me tengo por una persona lenta, aunque trato de defender que algunas actividades llevan su tiempo y no es bueno correr en ellas. También he defendido que no hay que desistir en intentar conseguirlas porque otros piensen que has consumido el límite que ellos tratan de imponer.
Nada más acabar la residencia me encontré inmerso en el equipo quirúrgico del Profesor Rafael Vara Thorbeck. Eran los tiempos en que los catedráticos tenían ganado un más que merecido respeto.
Un anestesista joven, casi un espontáneo, en el mismo cartel que un Gran Maestro.
Quizá voy a recordar lo que pudo ser el día de mi alternativa. Elegí una anestesia intradural para un paciente al que se le iba a realizar una herniorrafia inguinal.
Una espalda difícil.
Cuando elijo una técnica para un paciente es porque pienso que es la mejor que le puedo ofrecer. Y esa idea es la que me lleva al empeño de conseguirla.
Ese día tardé bastante. El límite de tiempo para realizar una técnica no está escrito en ningún libro. Tampoco está escrito cuánto puede un cirujano tardar en realizar una apendectomía o un traumatólogo es retirar un tornillo o una placa de una fractura consolidada.
Reconozco que ese día tardé bastante.
Me di cuenta que las manillas corrían más que yo cuando percibí que se podía cortar el silencio en el quirófano. Todo el mundo me miraba y pasaba su mirada al Señor Catedrático.
Quizá fue mi empeño o quizá la gran educación con que siempre me trató Don Rafael, al final pude acabar anestesiando al paciente con la técnica que había elegido.
A mis suspiro por haberlo conseguido, se unió el suspiro de todo el personal de quirófano.
Creo que algún cirujano ayudante pensó que iba a asistir a una reprimenda merecida por parte del Cirujano Jefe.
Pero yo estaba contento, esa fue mi fortaleza. Y se me notaba.
Me dirigí hacia él, que no había abandonado el quirófano en ningún momento, y busqué su comprensión.
-Creo que he tardado más de la cuenta Don Rafael.
-No se preocupe, todo el mundo puede tener un mal día.
Su sonrisa fue un capote que me acompañó durante mucho tiempo.
Hoy no es lo mismo. El caso es distinto.
La tardanza en escribir esta entrada y la siguiente han sido ajenas a mi voluntad.
Prometí que iba a participar en una idea de una editorial para poder regalar libros y ya ha llegado el momento.
Desde que me embarqué en esta idea de generar una serie de Casos Clínicos que ayudaran a conocer la anestesia y una serie de libros que hablan de ella, han surgido una serie de cambios en la editorial que han enlentecido el proceso.
Pero empieza el crucero.
Ya está preparada la primera entrada para iniciar la travesía.
En unos días será la botadura.
Disculpen la tardanza.

5 comentarios:

Ana Glez Duque dijo...

Esperamos intrigadísimos ;D

GangasMIR dijo...

Parece un buen motivo esa tardanza Miguel Ángel.

Te deseo mucho éxito en la aventura.

MiAnestesista dijo...

dra Jomeini, gangas: es gratificante notar el aliento cercano de los amigos.

Resiliente dijo...

Que bonito relato el de la alternativa...seguro que merece la pena que las cosas del Palacio vayan despacio.
Creo que siempre es importante poder tomarse el tiempo necesario para hacer las cosas.

MiAnestesista dijo...

Resiliente: Los médicos anestesiólogos, o mejor dicho, todos los especialistas deben emplear el tiempo necesario para ejecutar la técnica que piensan que es la mejor para sus pacientes. Cuando era tutor de residentes les aconsejaba diciéndoles que cuando tardaran mucho en hacer algo, deberían esperar escuchar del resto del personal de quirófano que menos mal que lo había hecho él, que otro hubiera tardado más o quizá no lo habría conseguido hacer.

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