jueves, 3 de febrero de 2011

¿Por qué el dolor es tan difícil de controlar?

Primera Parte/Homenaje a los Castells
Sabemos que hay varios tipos de dolor o, por lo menos, los clasificamos con distinto nombre. Quizá al paciente le da lo mismo que lo llamen de una forma o de otra, porque lo único que le importa es que quiere que se lo quiten y no le da ninguna relevancia a si el dolor es un síntoma de alarma o es un fallo en el sistema de percepción.
Y el dolor, tenga el origen que tenga y tenga la función que tenga, utiliza siempre las mismas estructuras para despertar en el paciente la sensación tan desagradable que nos comunica en nuestra consulta. Para mí, la que creo que es la mejor definición de dolor que existe, la encontré en un libro de enfermería (ocurre muchas veces que los enfermeros nos iluminan con sus ideas, que se generan, normalmente, por su cercanía a los pacientes): "El dolor es aquello que siente un paciente cuando dice que le duele, que empieza cuando él dice y acaba cuando él dice". Compárenla con la definición del dolor que tenemos los médicos: "es una experiencia sensorial y emocional desagradable, asociada con un daño tisular, real o potencial, o descrita en términos de dicho daño". Liosa ¿verdad?
Pues bueno, ¿qué es el dolor, entonces?. Pues quiero convercerlos hoy de que el dolor es una herramienta. Una herramienta que funciona. Y que lo hace muy bien. Funciona a cualquier hora del día y de la noche. Nos avisa cuando estamos despiertos informándones de que algo puede ir mal. Nos despierta por la noche, para que el sueño no encubra una alteración importante. Funciona en verano y en invierno. En el Polo y en el Trópico. Al poco de nacer y momentos antes de la despedida. Funciona cuando no sabemos casi hablar, funciona cuando estamos perfectamente formados. Funciona cuando estamos enamorados. Funciona cuando llega el desengaño. Funciona en las alegrias. No se olvida de nosotros en las penas.
Funciona cuando estamos solos. Funciona en medio de la muchedumbre.
Funciona mientras rezamos en las iglesias, o mientras ayunamos en el Ramadan, o mientras celebramos la Pascua. Cuando confiamos en alguien superior o cuando creemos en el hombre.
Cuando viajamos, cuando estamos parados, cuando abusamos de la comida, cuando disfrutamos de una buena copa de vino.
Funciona siempre. Y algunas veces, cuando no debe.
¿No les gustaría tener una alarma en la casa en la que pudieran confiar en todo momento?¿Cómo sería esa alarma? No valdría si fuera un solo cable que cortara el ladrón escondido en la sombra y que nos dejara desprotegido de policías, amigos y agentes de seguridad. Tendría que ser un sistema basado en muchos componentes. En muchos sistemas que se complementaran. Que hicieran que uno despertara al otro y que si uno de ellos no funcionara en un momento, encontrara un recambio cerca para que no se perdiera la información necesaria que nos informara de la presencia del Caco.
Llamen a una agencia de seguros: les hablaran de los sensores de movimiento, de los sensores de calor, de los sensores de ruido. Vean una pelícuala de TomCruise en que trata de robar la joya más preciada. Miren como burla a vigilantes, cómo se ríe de las células de EstímulosDespertadosPorMultiFrecuenciaDeReferencialPoliFásicaAutónoma, cómo cabalga en las sombras y cómo se escabuye de los rayos MicroUltraPoliInfraLuminosos. Si TomCruise se intentara colar en el cuerpo humano sin despertar sospechas, lo tendría crudo. La película duraría menos de medio minuto. Y cazado por varios agentes a la vez. TomCruise en chirona.
Fundamentalmente el dolor nos ayuda.
Un buen invento.
Si a los abuelitos no les doliera las rodillas, los tendríamos haciéndonos las compras TodosLosDías, llevando a los nietos al cole TodosLosDías, pagando las facturas de los bancos TodosLosDías, haciendo cola en el frutero TodosLosDías.
Si no les doliera la barriga después de un empacho de chocolatinas, no habría forma de explicar a nuestros niños que ciertos excesos no son buenos.
Si no existieran los dolores de cabeza no podríamos confiar en que el niño dejará alguna vez el tambor que le regalaron los titos por su cumpleaños.
El dolor nos educa. El dolor nos hace mejor.
Luis García Berlanga, que ha demostrado que es mejor persona que director (y fue MuyMuyMuyMuy Grande) lo dijo muy claro antes de morir: "El dolor me jode, pero morirme me jode mucho más".
No podemos permitir que la alarma no funcione. Hace falta la alarma. ¿Qué pega tiene entonces? Pues que una vez que nos avisa, queremos que se calle. Y es normal. Pero no sería bueno que se desconectara sin ningún control. Un hueso roto que dejara de doler cuando tuvieramos la constancia de que está roto ocasionaría muchos daños. ¿Y si nos levantamos y tratamos de apoyarnos en un tobillo roto? ¿Y si intentamos seguir conduciendo nuestra moto con el hombro roto? En estos casos aguantamos el dolor. Nos sirve: "Movedme con cuidado y que alguien tire del pie antes de pasarme a la cama". Sabemos exactamente como tenemos que movernos, como queremos que nos cuiden. Gracias al dolor.
En el dolor colaboran muchos elementos. Hay una única sensación desagradable pero muchos agentes implicados en ella. A nivel periférico es dónde más trabajadores vemos empeñados en su buen funcionamiento.
El dolor es un niño que tiene que llamar a un timbre y tiene muchos amigos que lo suben en brazos para que llegue al botón. Mejor que eso, el dolor es una anxaneta que tiene que subir a un Castell y que van subiendo tramo tras tramo hasta poner sus dos pies en la cima y hacer la aleta.
A estas alturas espero que ya vean claro que no vamos a controlar a ese niño quitando a un solo casteller , ni siquiera quitando a la mitad de la pinya. El espíritu del Casteller hace que por cada uno que quitáramos viniera otro a sustituirlo. El Castillo termina formándose. Llueva, granice, nieve, haga viento, queme el sol. Con Tramontana o sin ella. El niño levanta su puño y todos comprueban felices que no hay quien pueda derribarlos. Bendito dolor.
Y ahora llega la alegría del derrumbe. La satisfacción del desmenuzamiento. La desintegración del Castillo. Y el niño pasa de brazo en brazo y es felicitado por su hazaña.
No tiene sentido un Castillo permanente. La belleza de cargarlo y la belleza de descargarlo. Pero, entonces, ¿por qué no baja ese niño?¡Decídle que ya terminó todo!¡Animadle a que baje!

...Se me está haciendo tarde. Continuaremos en otra entrada, para no hacerme muy pesado.

4 comentarios:

Juana dijo...

El dolor es algo totalmente subjetivo, por eso no se puede medir como la temperatura, que podemos hacerlo objetivamente.
Sigo leyéndote que esto se pone interesante.
Un abrazo, que siempre es bueno, tengas dolor o no.

Martuka dijo...

Mianestesista, me encanta, como Juana sigo enganchada, espero que continue pronto, ya echaba de menos estos post.
Y si, como decía mi madre; a cada uno le duele lo suyo, para la misma lesión cada persona tiene una percepcion distinta de ese dolor.

enfermero9 dijo...

Me encanta la forma pedagógica de contar las cosas que tienes. Enhorabuena y quedo a la espera de la siguiente parte.

MiAnestesista dijo...

Juan, Martuka, Enfermero9: Gracias.
Estoy últimamente tan ocupado que casi no me encuentro a mí mismo. Vuestras palabras me sirven de aliento.
El parto del Dolor va a ser largo y lento, porque quiero que sea ameno y comprensible. Me dan vueltas las ideas por la cabeza y tengo que ponerlas en orden para que vayan saliendo con soltura.
Continuará...

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