viernes, 20 de mayo de 2011

Carmen


Tengo que querer a Carmen
Entró en mi consulta bañada en lágrimas.
-Yo es que soy de llanto fácil.
-Ya lo veo.
- Mis hijas me riñen por eso.
Y venga otro borbotón húmedo. Un no parar.
-Estoy muy preocupada.
Un nudo en la garganta.
-Lo siento.
-¿Todo es por la operación?
-Mi madre murió un mes de mayo y mi cabeza no hace más que dar vueltas a que no llego al día de su aniversario.
-Yo tengo el remedio.
Carmen levantó la vista y detuvo sus ojos tristes sobre los míos. Y una luz se empezó a asomar en ellos.
-Bueno, yo no. Mi hijo. Luego te cuento. ¿Te has operado antes?
Que si me pasó esto y después lo otro. Que si no sé si soy alérgica a algo o no. Que si les doy muchas tareas a mi marido y mis hijas. Que no quiero ser pesada, pero tengo un hijo que no se me quita de la cabeza. Y a mi marido...
No he dicho todavía que Carmen tiene cara de madre, maneras de madre, cariño de madre. Carmen despierta la bondad que tenemos dentro, como hacen nuestras madres cuando nos alimentan de ternura. Carmen es tierna. Y está tierna.
-Te voy a dejar la consulta llena de charcos.
-Mi hijo lloraba de niño.
-¿El del remedio?
-El mismo. Toda las noches se despertaba asustado, temeroso. Venía a mi cama,me daba en el hombro y me decía tembloroso:
-Papá, el monstruo...
Y yo levantaba el embozo de la cama y procuraba formar con mi cuerpo una cueva que lo protegiera del monstruo.
Todas las noches aparecía en mi garita soltando su repetida frase, que se convertía en el salvoconducto que levantaba el puente levadizo que le comunicaba con su fortaleza.
Todas las noches, menos una.
Una noche en que yo no escuché la llegada del monstruo, en que no escuché los gritos de miedo, donde no escuché el llanto reprimido, donde no se mascó el miedo, donde no se olió a azufre.
-¿Qué ha pasado esta noche Miguel Ángel?
-He engañado al monstruo.
Miguel Ángel delante del ColaCao. Miguel Ángel mojando unas galletas. Miguel Ángel con cara de decisión. Cara de haber encontrado la solución a todos los problemas de la existencia. Cuatro añitos.
-He engañado al monstruo.
-¿Sí, hijo mío?¿Cómo ha sido?
-Cuando lo he visto entrar en mi habitación...
-Ah, pero ¿ha venido?
-Sí, como todas las noches. Y cuando entraba, me escondí debajo de las sábanas y dije muy fuerte:
-"Este es el contestador automático de Miguel Ángel Palacio. Miguel Ángel no está ahora mismo en casa. Si tiene algo que decirle deje un mensaje después de la señal. Piiiiiiiiiiiiiiiii".
-Y cuando saqué la cabeza de entre las sábanas ya se había ido. Papá, ya no estaba.
Miguel Ángel vencedor de la lucha entre el bien y el mal, de la lucha entre la luz y las tinieblas. Rayo de sol que alumbraba el mundo.
Así de fácil. Un truco. Un buen truco. Y cada uno tiene el suyo.
Carmen recogió el pañuelo y con él las lágrimas. Las lágrimas se convirtieron en brillo, en luz para sus ojos.
Carmen se ha operado de prótesis de rodilla. Carmen guardaba cada mañana una sonrisa para sus hijas, su marido y para mí, cada día más hermosa. Carmen ha sido la primera en hacer los ejercicios. Carmen va a ser la primera en dejar las muletas. Carmen ha adoptado a felicidad a perpetuidad y no creo que la suelte.
Y el mostruo estará huérfano y se habrá ido a otra parte.
Tengo que querer a Carmen.

5 comentarios:

Ana, princesa del guisante dijo...

Tengo algunas cuestiones con forma monstruosa que van a tener que vérselas con mi contestador automático.

Gracias a los tres (tu hijo, Carmen, y tú, claro)

MiAnestesista dijo...

Ana; Funciona. Siempre funciona. Ánimo.

enfermero9 dijo...

Me encanta, y es verdad que cada uno tenemos un contestador automático, es cuestión de aprender a usarlo. Un abrazo.

Ana Glez Duque dijo...

Y no dudo que Carmen te querrá a tí...

MiAnestesista dijo...

enfermero9: Los pacientes no siempre vienen buscando pastillas a nuestra consulta.
draJomeini: y a mi hijo

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